Es absolutamente inconveniente preferir unas carta por sobre otras o desdeñar aquellas que consideramos "malas" o de "mala suerte". La suerte nos la creamos nosotros con nuestra actitud y conducta, no nos la transfiere el tarot.
Al igual que las imágenes que contactamos durante el sueño, el Tarot nos muestra aspectos de nuestra personalidad y de nuestra vida que no reconocemos de manera consciente. Tanto los sueños como el Tarot, mediante un lenguaje simbólico, resaltan lo que debemos asumir y quizá resolver. Por esto el Tarot tiene tanto poder para activar la imaginación del hombre. Alberto Cousté lo llamó "La Máquina de Imaginar", pues las cartas están inspiradas en la experiencia humana subconsciente e inconsciente, proviene de los niveles más profundos de la psique y desde allí nos mueve y estimula al aprendizaje.
Este antiguo sistema filosófico, heredero de una sabiduría milenaria, ha guiado a través de los siglos a hombres y mujeres sabios, iniciados en el campo espiritual que vieron en las imágenes arcanas verdaderas revelaciones de las corrientes universales. El Tarot nos revela tendencias, nos permite analizar sus contenidos y facilita la toma de decisiones. De allí que el papel del tarotista, más que predecir el futuro, es orientar y aconsejar según los arquetipos presentes en una lectura, sin condicionar las decisiones de quien consulta. Nuestro futuro nos pertenece y nadie lo puede manipular.
Ante los problemas de la vida, muchas personas se angustian y se desorientan, piensan que la situación que viven es eterna; que no van a salir de esa "larga noche oscura"; que todo se acabó y ya no hay futuro. Excitados o agobiados perdemos claridad y objetividad. En consecuencia, no es conveniente tomar decisiones trascendentales bajo un fuerte impacto emocional, ya sea, una gran euforia (alegría extrema) o una gran depresión (tristeza profunda) Ambos extremos nos hacen perder el control.
Las decisiones significativas deben tomarse en total calma y serenidad, con "la cabeza fría" para poder pensar con lógica y sentido común "el menos común de los sentidos" como diría Oscar Wilde. No olvidemos que la vida, como todo, es energía, y la energía está en constante movimiento, cambio y renovación. Allí radica la verdadera belleza de la vida.
Cada ser humano debe aprender a forjar su propio destino, a responsabilizarse por sus acciones y omisiones, a valorar la calidad de las relaciones y del tiempo que invierte día a día en su crecimiento. Indudablemente, debe procurar no invertirlo (malgastándolo) en odios, altercados, desconfianza, celos, dudas, preocupaciones; todos ellos estados mentales que deterioran nuestra salud (mental y física), afectan nuestro mundo de relaciones, nos llenan de amargura y tristeza impidiéndonos razonar con claridad y conectarnos con la vida.
Debemos reconocer que dentro de nosotros coexisten dos mentalidades en pugna: una inferior, elemental y primitiva; y otra superior que nos eleva y dignifica. Es ya clásica la imagen del diablito y el angelito que nos aconsejan uno de un lado, otro del otro y nosotros debemos elegir. De eso trata nuestro libre albedrío, de las decisiones de cada minuto.
Identificar dónde están los impulsos de nuestra naturaleza superior, aprender a cultivarlos y aprovecharlos reconociendo y desechando aquellos que nos arrastra a lo más bajo y primitivo es un atributo esencial de la sabiduría humana. No podemos negar nuestra "sombra" y ella se identifica con es parte primitiva y difícil.
Respecto al cambio, cuando nuestra actitud es de crecimiento y aprendizaje y alcanzamos altos niveles de consciencia, nos adaptamos constantemente a las nuevas circunstancias, personas y realidades. No emitimos juicios a priori ni pensamos que el mundo "se derrumbó" sólo por perder algo: un empleo, un amor, una posición alcanzada. Entendemos que lo material siempre tiene solución y que de una u otra forma lo que se pierde es sustituido por algo incluso mejor. Los sentimientos pueden arraigarse y causar dolor, pero también nos permiten crecer como personas. Las pérdidas irreparables, como la muerte de un ser querido, pueden ser también motivo de crecimiento y elevación espiritual.
Nada es "bueno" ni "malo". Simplemente las cosas ocurren como parte de la naturaleza cambiante de la vida y sus circunstancias. Lo que sí podemos reconocer es que hay eventos placenteros y eventos displacenteros, que sería lo que suele catalogarse de "bueno" y "malo". Quienes creen que lo "displacentero" es un "castigo divino" y que lo "placentero" es un "premio", viven en el miedo y la culpa. En cambio, estando conscientes de que cuanto sucede en la vida es producto de la "causalidad" (proceso en el cual cosechamos lo que sembramos) asumimos que somos co-creadores de nuestro destino y que sólo nosotros decidimos qué queremos cosechar y, por ende, qué sembrar. En nosotros mismos está la potencialidad para desarrollarnos y autorrealizarnos espiritual y humanamente. De nosotros -y no de una fuerza exterior- depende el camino que sigamos.
Al revelarse nuestras verdades internas con la ayuda del Tarot, tendremos una oportunidad para aprender acerca de nosotros mismos y de nuestras circunstancias. Nuestra será la decisión de qué hacer con ese conocimiento.
Marinela Ramírez
Socióloga, Terapeuta Holística, Profesora de Tarot
Socióloga, Terapeuta Holística, Profesora de Tarot
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