La noción de trabajar un vínculo es bastante nueva: en generaciones anteriores lo más común era que las intimidades no se hablaran y que sobre todo se procurara no disolver lazos, en cualquier tipo de relación. La necesidad de individualidad tenía mucho menos espacio que la de pertenecer a un “nosotros”. Los vínculos se daban por hechos, y eran “para siempre” (con la ventajas y desventajas que eso pudiera tener). Con las excepciones que toda regla tiene, en gran medida ese tipo de relaciones es regida, neurobiológicamente, por el instinto gregario que puja por la supervivencia: estar con otros da más seguridad, menor vulnerabilidad. Pero hasta el cerebro de los humanos va transformándose como especie... y de pronto, sobre todo para los años 60, se produjo un gran sacudón en la conciencia colectiva: con mucha fuerza nació la necesidad de ser individuos, tanto en el hombre como en la mujer (con la ventajas y desventajas que eso pudiera tener!). Desde la rebeldía crujieron siglos de formalismo... para entrar en un caos en pos de la afirmación personal. Quizá el texto más expresivo de ese fenómeno de época (época que aún no terminó!) fue el de Fritz Perls, creador de la Psicología Gestáltica:
“Yo soy yo y tú eres tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Si en algún momento o en algún punto
nos encontramos, será maravilloso.
Si no, no puede remediarse.”
Y este tono fue necesario como paso evolutivo en la historia de los vínculos. Basta de ser el que los demás querían que fuésemos! Pero, aunque mucho de verdad esas palabras tienen... eso tampoco funcionó: algo faltaba. Cultivamos la individualidad sin conocer la medida justa: ignorantes en la niebla, no pudimos calcular la distancia justa entre el tú y el yo. El resultado? Excesiva separación, disolución, ausencia, precariedad vincular, falta de cuidado mutuo, escaso compromiso, mutua desconfianza, rispidez... Multitudes anhelantes de intimidad... sumidas en soledad. Entre hijos y padres, entre padres e hijos, entre amigos, en la pareja... Un desbalance entre el “yo” y el “nosotros”; un miedo feroz a que el “nosotros” anule al “yo”.
Pero quizás otros modelos de individualidad y de relación hoy se avecinen: como Humanidad, los vamos “horneando” (algunos pocos pioneros, desde hace décadas). Se trata de vínculos de colaboración esencial, en los que el propósito recíproco es hacerse la vida existencialmente más fácil y rica, ayudarse a ejercer lo mejor de sí, servirse de apoyo mutuo para evolucionar, para des-plegar lo aún re-plegado. Vínculos conscientes en los que cada partícipe trabaja con vigor para afirmar una individualidad sana, pero inclusiva del otro. Se habla de las intimidades y se las pule: se toma el vínculo como Camino, reconociendo el valor de haber encarnado juntos. Se co-labora (se trabaja-junto-al-otro) para que la solidez no venga sólo del instinto gregario, sino de la potencia del espíritu. Fundemos muchos “nosotros” abiertos y sanos: alianzas donde la individualidad no vaya en desmedro del conjunto, sino que lo nutra... y donde el conjunto no asfixie al individuo sino que lo cobije y le dé contexto.
Un extraordinario monje Zen nacido en Vietnam en 1926, Tich Nhat Hahn*, observando y promoviendo este nuevo tipo de vínculo subrayó su connotación espiritual: décadas después respondió a aquel poema de Perls, reescribiéndolo según la necesidad de este tiempo. Y dijo así:
“Tú eres yo y yo soy tú...
Tú cultivas la flor que hay en ti
para que yo sea hermoso.
Yo transformo la basura que hay en mí
para que no tengas que sufrir.
Yo te apoyo
y tú me apoyas.
Estoy en este mundo para darte paz;
tú estás en este mundo para darme alegría.”
Este “nosotros” se cultiva en medio de la dificultad cotidiana, recordando que en la persona que tenemos enfrente hay una porción de Vida que necesita atravesar la experiencia humana. Eso es lo que significa "Tú eres yo y yo soy tú": que estamos hechos de lo mismo! (No que debamos perdernos en el otro, no...) Quizás esa ayuda mutua sea la expresión más sólida del Amor: apoyar a que eso trascendente que hay en mí y en el otro se vaya de este mundo más expandido que como vino. Tal vez a través de esa evolución de individuos amparados por un nuevo "nosotros" sea la próxima etapa hacia una Humanidad mejor. Tan difícil, tan simple. Que podamos ir aprendiéndolo!
* Tic Nhat Hahn es monje budista desde hace más de cuatro décadas, poeta y valiente activista por la Paz. Está como refugiado político en Francia desde 1972, por su combate pacífico empezado durante la guerra de Vietnam. En su país fundó la Universidad Budista de Vanh Hanh. Enseñó en la Universidad de Columbia y la Sorbona. En 1967 Fue nominado por Martin Luther King para el Premio Nobel de la Paz. Ha escrito más de 60 libros. A sus 85 años sigue ayudando a los refugiados de todo el mundo. Sus textos y conferencias se centran a menudo en la necesidad de transmitir a la acción cotidiana y social una intención profunda de amor surgido de una atención consciente. Ver más sobre él clickeando aquí. (La traducción del poema es de Alfonso Colodrón.)
© Virginia Gawel
Psicóloga, Directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires
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